The Blue Bar comenzó su andadura en la playa Son Matias de Palmanova hace ya 43 años. En estas más de cuatro décadas, han sido muchas las cosas que han cambiado, tanto en la zona como en el sector de la hostelería. También en la estética y en la carta del restaurante, que ha sabido evolucionar y adaptarse a los nuevos tiempos. Otras, como su privilegiada ubicación y las ganas e ilusión de todo el equipo, se han mantenido intactas.
Para hablar de los inicios, quién mejor que la dueña, María Luisa Forteza. Junto a su marido, Francisco Luis Muñoz-Delgado, vio nacer el “Bar Azul” en Palmanova allá por 1980. “Mi marido y otros socios regentaban la parte de abajo, mientras que arriba, en lo que hoy es The Blue Bar, los encargados eran un chico de Granada y su mujer. A ella no le gustaba estar aquí y se quiso volver a Granada”, recuerda María Luisa. “Fue entonces cuando mi padre nos preguntó que si queríamos llevar el bar y, aunque al principio mi marido no lo quería coger, yo le dije que era un lugar fantástico con unas vistas preciosas, así que finalmente empezó a regentarlo. Yo trabajaba con mi madre en una tienda de moda en la calle Colón, pero le dio el venazo y me dijo: ‘Hija, tú tienes que ir a trabajar con tu marido’. Y allí fui”, explica.
Así comienza la historia de The Blue Bar, ubicado en un edificio que había construido el propio padre de María Luisa. El matrimonio comenzó ofreciendo “lo que se llevaba antes: desayuno inglés, hamburguesas, perritos, sándwiches… Y yo trabajaba dentro de la barra. En la vida había ido a un bar sola y hace 43 años, que una mujer estuviera detrás de una barra… imagínate. La gente se sorprendía e incluso se metían conmigo, se creían lo que no era”, rememora.
Ella fue quien bautizó el local, que aún hoy mantiene el mismo nombre: “El azul es mi color favorito y me sonó muy bien; además, teníamos casi todo en azul”.
The Blue Bar ha sido también testigo del paso del tiempo en Palmanova en estas más de cuatro décadas. “Entonces ya había turismo, pero no como ahora. Antes había menos edificación, pero la mayoría de turistas siempre han sido ingleses, escoceses… El 90%. Ahora ya hay de todas partes. Ha cambiado mucho y, a pesar de estar a solo 200 metros de Punta Ballena, el turismo aquí es totalmente diferente. La creación del paseo marítimo fue una gran mejora. Después hicieron el parque infantil al lado, que también es muy buena infraestructura”.
María Luisa explica la suerte que han tenido con la clientela del restaurante. Los clientes que hacíamos han sido muy fieles. Hoy nos visitan los nietos de quienes venían entonces. Sus abuelos les dicen que si pasan por Palmanova tienen que visitar el ‘bar azul’”. Y todo ello, a pesar de que “no hablábamos ni inglés. Ahora me defiendo, pero antes me pasaba todo el invierno sin hablar nada de inglés y después tenía que coger la rutina. Cuando nos pedían un cóctel teníamos que preguntar e investigar cómo hacerlo”.
“He estado décadas allí trabajando, pero con 48 años a mi marido le dio un ictus y ya no pudo trabajar más. Las clientas le llamaban Julio, porque decían que se parecía mucho a Julio Iglesias”, bromea.
“Antes de que muriera, mi hijo Carlos se encontró en la situación de que tenía que emigrar fuera para poder seguir trabajando como piloto. Entonces mi marido le dijo que se quedara trabajando en el bar para ir dándose cuenta de lo que es. Empezó un verano y cuando finalmente mi marido murió, él se quedó al frente del negocio y ahora es un encargado estupendo”.
María Luisa ve que en la actualidad The Blue Bar está “precioso” y visita a su hijo y a su equipo como clienta “cuando me da la gana” -de hecho, ella siempre se sienta en la misma mesa y algunos clientes, conocedores de ello, cuando reservan piden la mesa de la mamá-. Ella destaca cómo el restaurante “ha mejorado muchísimo a nivel gastronómico. Antes el sushi, por poner un ejemplo, ni existía. Pero la gente ahora busca cosas más refinadas y me parece genial”. Lo que más le gusta de la actual carta es la lubina a la sal, pero también ha probado otras exquisiteces como el caviar, recientemente incorporado a la amplia carta del restaurante. “Yo me conformo con que les vaya bien”, finaliza la dueña de The Blue Bar.